jueves, 5 de enero de 2012

Motivación y lectura de la mano van unidas.

Una vez más comienzo a redactar un nuevo tema. Si os soy sincera después de mucho tiempo ya era hora de que aquellos conceptos aprendidos en teoría se pusiesen en práctica; ya que a fin de cuentas, esa es la labor de un maestro.
Aunque a priori pueda parecer sencillo, el hecho de elaborar un conjunto de actividades basadas en la lectura no es así. Para ello, fijémonos un segundo en el título de este bloque: Lectura literaria y animación a la lectura.
Seguro que son dos aspectos que desde mucho tiempo atrás hemos escuchado en nuestros respectivos colegios. Pero también me atrevo a afirmar que algunos lo recordarán con verdadero pavor y aburrimiento eso de leer un libro y hacer luego las actividades correspondientes. Dejemos de ser subjetivos por unos segundos y, miremos ahora eso mismo desde una perspectiva de maestros. A mi juicio, sigo sin entender muy bien el fin de las actividades que nos eran propuestas.
Además, si tan concienciados estamos del cambio en las escuelas, mi pregunta es ¿por qué es bueno que nuestros alumnos estén motivados?
Es cierto que la pregunta quizá no tiene mucha trascendencia, pero os puedo garantizar que si no empezamos por esta tipología de cuestiones, en realidad, no estaremos llevando ni elaborando unas buenas bases para lograr tener los fundamentos necesarios para que con nuestro granito de arena podamos iniciar el cambio de lo que, en su tiempo, nosotros criticamos.
Para que hagamos las cosas bien, voy a comenzar dando una definición del término motivación: Ésta consiste en tener un objetivo claro y poner todos nuestros esfuerzos en lograrlo. La motivación está compuesta de necesidades, deseos, tensiones, incomodidades y expectativas. Constituye un paso previo al aprendizaje y es el motor del mismo.
Esto está muy bien, pero si tenemos que ponerlo en práctica es bastante complicado, pensarán algunos. Sin embargo, si éste no es uno de los objetivos de los maestros, entonces su verdadera labor queda reducida a nada.
Pero claro, tenemos por otra parte que conocer los diferentes tipos de motivación que existen para poder orientar nuestras distintas tareas hacia esas metas, por lo que podemos afirmar que nosotros también hemos de estar motivados.
De ahí, que a continuación especifiquemos los tipos existentes de la misma, que son:
·         Motivación intrínseca: la asignatura que en ese momento se está estudiando despierta el interés. El alumno se ve reforzado cuando comienza a dominarla
·         Motivación relacionada con la autoestima: al intentar aprender y conseguirlo vamos elaborando una idea positiva de nosotros mismos, que nos ayudará a continuar en el  aprendizaje. Las experiencias que tienen los alumnos van formando poco a poco, el autoconcepto y la autoestima. Es el deseo constante de superación, guiado siempre por un espíritu positivo.
·         Motivación centrada en la valoración social: la aceptación y aprobación que se recibe por parte de las personas de su entorno. La motivación social manifiesta en parte una relación de dependencia hacia los demás.
·         Motivación que apunta al logro de recompensas externas: en este caso estamos hablando de los premios, regalos que se reciben cuando se han conseguido los resultados esperados.
Seguro que al leerlo muchos de vosotros pensaréis que esto está muy bien como información a tener en cuenta, pero quizá no encontráis el nexo de unión entre lo que he dicho anteriormente con el tema que nos concierne, sin embargo, veréis cómo sí existe.
Si un buen maestro conoce todas estas clasificaciones será capaz de ponerlas en práctica en diferentes asignaturas. El área de lengua y literatura es bastante peculiar a la vez que controvertida. Más concretamente, una parte de la misma que es la lectura. Hoy en día, a los alumnos no les gusta leer por eso me pregunto lo siguiente ¿cuál es el papel de los lectores en la actualidad?
A pesar de que en un momento dado pueda parecer totalmente superficial, no es así. Tenemos que pensar que los alumnos que tengamos en nuestras clases serán, el día de mañana, aquello que tanto sus padres como nosotros hayamos influido en ellos. Explicaré mejor esta idea para que sepáis a lo que me refiero.
Hemos de tener en cuenta que desde pequeños en muchos de ellos, podemos ver perfectamente aquello que se les da mejor, y nosotros como guías y compañeros en este largo camino, debemos fomentar esos aspectos en los que demuestren facilidad a la vez que lograr que en el resto de componentes de la educación sean capaces de sentirse personas competentes y sacar de cada uno lo mejor que lleva dentro de sí mismo.
Si esto lo enfocamos en el ámbito de la lectura, pensemos la importancia que tiene eso en la sociedad en la que vivimos. ¿Os imagináis cómo sería el mundo sin lectores? Desde mi perspectiva, diría qué  horror y qué tristeza. Por un lado, si nadie tuviese ese papel de lector, no existirían muchas de las cosas que tenemos en el día a día. Por otro lado, qué pena, sí, habéis leído bien, pero voy a explicar el porqué.
Pensemos en todas las actividades que llevamos a cabo desde que abrimos los ojos por la mañanita hasta que los volvemos a cerrar por la noche. La mayor parte de las mismas implican tener letras delante que hemos de ir juntando para formar frases que en su totalidad nos den un significado adecuado y coherente así como la información que necesitamos.
Me atrevería a decir que todos somos lectores. Al decir esto, recuerdo un comentario de una compañera en referencia a lo mismo, y tenía razón puesto que para todo necesitamos sacar ese papel que tenemos en la vida que es el de lectores.
Grandes escritores, pensadores o filósofos han puesto por escrito sus teorías y pensamientos para que por muchos años que pasasen no cayesen en el olvido todos los esfuerzos y horas que habían empleado en llegar a esas conclusiones. Aunque si nosotros no desempeñásemos esa función no serviría de mucho.
Leer nos da cultura, vocabulario y un montón de cosas más, que si me pusiese a decir no acabaría en mucho tiempo.
Pero claro, todo esto está estupendo y queda muy bonito dicho; sin embargo, me planteo otra cuestión que es: ¿cómo logramos que un niño alcance el gusto por la lectura?
Aquí podría decirse que está la raíz de este tema, puesto que si nos acordamos del título, una parte del mismo era: “Animación a la lectura”. Realmente, a mi parecer, ésta es la base para formar a nuestros pequeños lectores.
Ante todo, me gustaría dejar claro que la educación, en general, está sostenida por dos pilares, por un lado se encuentra la familia. Ellos serán los que realmente le transmitan los valores que consideren importantes para que el día de mañana, sean niños que realmente desprendan educación junto con un conjunto de cosas más. Pero esto se quedaría cojo si la escuela no jugase ningún papel. Tenemos que tener en cuenta, que al fin y al cabo, es el lugar en el que más tiempo van a pasar y que es un complemento a la labor que se haga en casa.
Sobre todo lo dicho en el párrafo anterior, es fundamental que se complemente en el ámbito de la lectura. En muchas ocasiones, debido al tiempo limitado con el que contamos en clase, no logramos hacer tantas actividades en relación a este tema como nos gustaría, pero si nosotros ponemos un granito de arena que sea motivador para los alumnos y tenemos la seguridad de que en casa seguirán nuestros pasitos, poquito a poco alcanzaremos el gusto e interés por la misma, que a fin de cuentas es el objetivo que desde el comienzo de este bloque venimos buscando.
Por eso, estoy de acuerdo con determinados autores en que lo importante es desarrollar a la vez que afianzamos esa competencia lectora, para que realmente sean ellos, los que adquieran el gusto del que hablamos.
En este sentido, me gustaría dejar clara una idea que desde siempre he tenido en mente y que conforme pasa el tiempo y una va madurando se va afianzando. Los niños, por el hecho de ser pequeños, no quiere decir que sean tontos. Ellos perfectamente saben lo que les gusta y lo que no. Tienen la capacidad de elegir y, en muchas ocasiones, sus razones nos dejan boquiabiertos porque realmente tienen fundamento. Esto lo digo en base a que los gustos son propios y subjetivos, por lo que a pesar de que un adulto deba guiarles para fomentar determinados aspectos, finalmente deben ser ellos, los que los adquieran, convirtiéndose así realmente en sujetos activos de sus propios aprendizajes.
Hasta aquí pude decirse que está quedando bastante claro, pero ahora centrémonos un poquitín más concretamente en la manera en la que lo vamos a llevar a cabo.
Si lo pensamos bien, la mejor vía para ello es a través de juegos. Estos hacen que se diviertan sin ser conscientes de que en la mayor parte de las ocasiones están aprendiendo determinados conceptos que se quedan mejor grabados en su mente que otros aprendidos en un contexto más serio y formal.
Obviamente, tenemos que tener presente en todo momento el objetivo que perseguimos con el mismo, con el fin de que no quede descolgado el juego en sí de la lectura, ya que sino no nos serviría de mucho.
Teniendo en cuenta que el tiempo de lectura normalmente suele tener varios momentos, mi pregunta es la siguiente ¿cuándo ponemos en práctica dicho elemento motivador?
Si hacemos memoria y desempolvamos determinados conceptos que hemos ido adquiriendo a lo largo de estos años de formación, puedo afirmar que si lo que queremos es que la motivación se mantenga durante todo el tiempo estipulado para la actividad, deberemos dividirla en tres momentos claves que son:
  1. Motivación previa a la actividad:
En este primer tramo de nuestro recorrido, tendremos que saber hacerlo realmente bien para que con muy poca información, creemos en los alumnos la necesidad de querer saber más, de tal manera que hayamos despertado la curiosidad que todos los niños tienen.
  1. Motivación durante la actividad:
En este momento, se puede decir que nos encontramos en el punto intermedio de este camino. Es aquí cuando tenemos que lograr mantener los niveles de atención que previamente habíamos logrado.
  1. Motivación después de la actividad:
Muchos no encontrarán sentido a que se haga una motivación si ya se ha terminado la actividad, sin embargo, esta parte tiene más importancia de la que en un momento dado podamos pensar, puesto que el hecho de seguir manteniendo dicha atención, nos permitirá posteriormente suscitar interés a los niños para que sean ellos mismos los que quieran leer o buscar más cosas acerca de ese libro; ya que recordarán la experiencia desde un punto de vista divertido.
Pues una vez que ya hemos establecido los momentos adecuados para llevar a cabo diferentes elementos motivadores me surge otra cuestión: ¿qué tipo de actividades son las más adecuadas para trabajar con ellos?
Si lo pensamos bien, y tenemos presente los momentos de motivación que hemos dicho anteriormente, las actividades deberían coincidir con los mismos. Pero claro, esta afirmación no responde a lo planteado, por eso vamos a escribir qué tipos de actividades serían mejores para alcanzar el objetivo que buscamos.
En primer lugar, están los talleres de lectura.  Curiosamente, existen talleres de  distintos temas, y a mi juicio, del tipo que hemos puesto en la frase anterior realmente no hay tantos como debería.
En esta clase de talleres que se realizan en grupo, los niños tienen la oportunidad de compartir con otros sus experiencias en el ámbito que nos concierne, a la vez que desarrollan otra serie de cualidades como son las habilidades sociales. Además, es una forma muy buena de fomentar la comunicación y el lenguaje de los más pequeños ampliando su vocabulario, algo que les beneficiará en todo aquello que lleven a cabo en un futuro.
Sí es cierto que tenemos que garantizar la participación de todos ellos, por lo que es conveniente que sean grupos reducidos de personas con el objetivo de que aquellos que puedan ser más tímidos lleguen también a compartir sus experiencias.
Por todo ello, las actividades de animación a la lectura deben orientarse hacia el lector; es decir, lograr que por un periodo de tiempo determinado sea capaz de llevar su mente hacia esos lugares de fantasía que están descritos en los cuentos, de tal manera que en parte, comprenda aquello que el autor quisiese describir o contar. Sin embargo, muchas veces cuando se es un lector frecuente a todos aquellos libros que tenemos en nuestras manos les damos ese toque subjetivo que los hace personales, y logra que nosotros formemos parte de ellos, ya sea a través de la identificación con determinados personajes así como trasladando distintas situaciones a nuestra vida.
El hecho de que continuamente estemos haciendo referencia a fomentar y proponer actividades que se salgan de lo hasta ahora monótono, no quiere decir que tengamos que alejar al niño de todas aquellas ejercicios que en un momento dado son propuesto por los libros; sino que el papel del profesor en este sentido, debe ser el de poner ese toque personal a lo anteriormente dicho. Esto es parecido a una receta de cocina, es decir, la base puede, y en ocasiones, debe, ser la misma pero, sin embargo, al añadir algo propio da la sensación de que es totalmente diferente a lo que hasta ese momento habías probado.
Hay un aspecto en el que hasta ahora no he hecho mucho hincapié, pero que por supuesto es imprescindible, y éste es la imaginación. Sí, porque si tú lees pero no permites que tu mente empiece a desplegar las alas para poder volar, sinceramente, no te sirve de mucho. Además, en muchas obras que solemos leer, la gracia y la esencia de las mismas se encuentra en ser nosotros los que convirtamos las letras en personajes, los sonidos los hagamos reales y los libros sean pequeños mundos de fantasía en los que dejemos atrás estereotipos o impedimentos siendo nosotros mismos junto con nuestro mundo.
Antes de comenzar a decir las características que deben de tener las actividades, tenemos que tener en cuenta que si vamos a trabajar una obra o una historia con los alumnos, previamente nosotros hemos tenido que hacer nuestros deberes. Sí, aunque suene un poco a chiste es cierto, porque lo que no se puede hacer es como durante muchos años han hecho en las escuelas, el mandar un libro pero necesitar el profesor después una guía en la que te pongan las respuestas de las actividades. Sinceramente, qué lástima que después de tantos años la labor de los profesores haya quedado estipulada por los solucionarios de las editoriales, así como por las propuestas de las mismas.

·         Actividades previas a la lectura:
Al igual que ya he dicho anteriormente en referencia a la motivación, debe estar enfocada a suscitarles el hecho de que quieran saber más en relación al libro que les hayamos propuesto.
Para ello, tenemos que dar pequeñas pistas y acercarles todo lo que podamos al relato, pero sin destaparles, “como aquel que dice”, la trama del mismo.
Obviamente, cuanto mayor sea la estimulación, mayor número de respuestas darán lo que hará de la actividad más dinámica y divertida, puesto que los pensamientos de cada uno son infinitos y dispares a los de los demás.
·         Actividades durante  la lectura:
Éstas ya están enfocadas al periodo de tiempo en el que el alumno está inmerso en ella. A pesar de que algunos pueden decir que eso despista a los niños, no es cierto si sabemos qué preguntarles, ya que lo intelectual y lo emocional pueden estar activos a la vez, manteniéndose cada uno en la parcela y momento correspondiente.
·         Actividades después de  la lectura:
Éstas son planteadas una vez que haya concluido la lectura, de manera que en nuestra mente esté un breve resumen de lo leído y que las curiosidades que fueron plantadas al comienzo de esta aventura, les hayamos encontrado la respuesta adecuada.
Además, en un momento dado podemos comprobar como cada alumno ha entendido una misma cosa de forma diferente, poniendo en práctica la base de los talleres de lectura.
Finalmente, hemos llegado, a mi parecer, al término de este bloque intenso, corto, pero interesante. No creo que desde mi experiencia pueda deciros mucho de cómo deberíais enfocar vuestras clases por que además “cada maestro tiene su librillo”, aunque me permitiré el lujo de deciros esta frase: “si realmente os gusta lo que hacéis, sabréis ponerlo en práctica”.

·         Fuentes:


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