Título: La princesa y los siete pitufos
Edad: 2º ciclo de Educación Primaria
Había una vez, hace mucho tiempo un reino remoto al sur de España llamado Sierra Morena.
En este reino vivía un Rey llamado Gordinflón. Él se encontraba feliz mente casado, con una mujer llamada Petunia y hacía poco tiempo que habían tenido una linda niña, a la que le habían puesto por nombre Esmeralda. Era una hija my deseada y a la cual querían colmarla de todo aquello que ella quisiese y que pudiese hacerle feliz.
Al poco tiempo la madre calló enferma, pero antes de morir quiso dejarle a Esmeralda un recuerdo para que nunca se sintiese sola y siempre la tuviese presente tanto en los buenos momentos como en los malos. Este presente consistía en una cadena en la cual había un mechón rubio de su mamá junto con el anillo de compromiso que era el mismo que tenía el padre.
Días después tras fallecer su mamá, Esmeralda se quedó muy triste y no paraba de llorar de forma desconsolada. Gordinflón al ver a si a su hija sufría mucho e intentaba pensar un modo para que la niña no estuviese tan triste.
Él era muy joven cuando la mujer a la que amaba murió, por eso comenzó a conocer a otra persona. Esta pertenecía a una clase social alta y tenía una buena educación, su nombre era Cacatúa. Este curioso nombre le llamó la atención, ya que hasta ahora era poco conocido en el reino.
Después de un tiempo compartiendo momentos divertidos a su lado, pensó que sería bueno casarse con ella, pero antes el rey le formuló una pregunta que fue
· ¿ejercerás de madre con mi hija Esmeralda?
· A lo que ella respondió que sí, sin titubear en ningún momento.
Cuando se lo comunicaron a Esmeralda no mostró ninguna alegría aunque intentó por todo los medios que en su rostro apareciese una pequeña sonrisa. Ella tenía tan solo cinco años, pero el hecho de perder a su madre hizo que se volviese menos risueña de lo que había sido hasta entonces.
Pasados unos meses desde el anuncio de la boda, llegó el gran día. Gordinflón se casaba con Cacatúa plenamente enamorado de ella, y con la esperanza de que su hija no notase tanto la ausencia de su madre.
En los primeros años de casados, mientras Esmeralda era pequeña, Cacatúa se llevaba muy bien con ella, y la quería mucho; tanto como si de su propia hija se tratase. De pronto, la madrastra empezó a sentir rechazo hacia Esmeralda y éste era mayor conforme la niña iba cumpliendo años.
Un buen día, la madrastra decidió salir al monte con aquella jovencita que había cumplido 15 años hacía pocos días. A Esmeralda no le llamó la atención, pues pensaba que lo hacía con el fin de mejorar la relación pensando en su padre.
Pero justo cuando se encontraban en el pico más alto, la madrastra invitó a Esmeralda a que se acercase hacia el borde para ver las bonitas vistas que había, y fue en ese momento cuando la empujó y la joven princesa cayó al vacío.
Cacatúa volvió a palacio diciendo que la joven princesa había sufrido un trágico accidente con tan mala suerte que había fallecido. El rey se echó a llorar y celebraron el funeral por esa tierna niña que tantas alegrías había dado a Gordinflón y que de pronto, de la noche a la mañana, la vida se la había arrebatado.
Pero curiosamente, a pesar de que en el reino se había pensado que Esmeralda había muerto, no era así. Ella se quedó atrapada en una de las ramas de dicho precipicio gracias al vestido que llevaba. Ella intentaba no moverse por miedo a caer al vacío, cuando de repente escuchó unas voces que venían de arriba del todo, que le decían: “¡no te preocupes que ahora te vamos a salvar!”
Por una parte, ella estaba contenta porque alguien la iba a salvar pero por otra debido al atuendo que llevaban los hombres no estaba muy segura de fiarse de ellos, pero finalmente pensó que si quería salir de allí lo mejor era confiar en aquellos caballeros.
Una vez que la habían salvado, les dio las gracias y después empezaron a hablar entre ellos.
Esmeralda: Muchas gracias caballeros
Caballeros: De nada joven, ¿cómo se ha podido caer? Y por cierto ¿cuál es su nombre?
Esmeralda: Mi nombre es Orquídea. En cuanto a mi caída no sé, fueron unas circunstancias un tanto extrañas y las cuales no recuerdo con exactitud.
Caballeros: Está bien, no preguntaremos más. Si nos dice dónde vive usted la llevamos hacia su casa.
Esmeralda: Siento decirles que yo no tengo casa
Caballeros: Cuanto lo sentimos, pero con nosotros no puede quedarse.
Esmeralda: Y eso ¿por qué?
Caballeros: Porque nosotros al ser bandoleros no tenemos una casa asegurada y las condiciones en las que vivimos no son adecuadas para una mujer como tú.
Esmeralda: Por su atuendo, hubiese dicho que ustedes no eran bandoleros…
Caballeros: Ya es que por eso nos vestimos con gorro blanco y ropa azul, llamándonos por tanto los siete pitufos.
Esmeralda: Eso sí que es original. Por favor dadme una oportunidad de poder quedarme con ustedes durante un tiempo. Yo sé coser y les podría curar cuando vengan heridos de sus hazañas.
Caballeros: Está bien Orquídea, se quedará con nosotros una temporada y veremos cómo se adapta.
Orquídea: Gracias.
Después de esta conversación, pusieron rumbo a la cueva en la que en ese momento vivían los siete pitufos. La princesa se tuvo que cambiar el nombre porque si llega a decir el que realmente tenía, ellos sabrían que era la princesa.
Ante todo, el mayor de los hermanos decidió tratar a Orquídea como una más entre ellos. Al principio hay que decir que era bastante torpe y no sabía hacer muchas cosas pero conforme el tiempo pasaba ella aprendía más.
De aquellos siete hermanos, había uno que había llamado la atención desde un primer momento de la joven muchacha. Era el más pequeño de todos ellos y tenía la misma edad que nuestra protagonista.
Pero un buen día, solo regresaron a casa tres de los siete, ya que al resto les había cogido la guardia del Rey, y entre ellos no estaba el más joven de los siete y del que la joven estaba enamorada.
Por ello, creó que era el momento idóneo para volver a palacio y así poder decir a todo el mundo que ella estaba viva y que aquellos hombres eran buenos. Por lo que se lavó la cara, se atusó su linda melena, arregló el vestido y emprendió camino a palacio.
A su llegada a la puerta del mismo, vio que estaban custodiándola los guardias quienes le preguntaron:
Guardias: ¿Qué es lo que desea joven?
Esmeralda: Una audiencia con el rey.
Guardias: ¿Y quién sois vos para molestar a su majestad?
Esmeralda: Soy su hija.
Guardias: Eso es imposible porque la única hija del rey murió hace ya tres años y se celebró el funeral por ella.
Esmeralda: Por favor déjenme pasar.
Finalmente Los guardias accedieron aunque no estaban muy seguros.
Tras entrar en palacio se dirigió a la sala que era utilizada por su padre para llevar a cabo las recepciones con las personas importantes o a las que iban a ser juzgadas por algo que habían hecho.
Una vez allí se arrodilló frente al trono, inclinó la cabeza y dijo:
“Buenos días padre, yo soy su hija y estos son mis hermanos”
Gordinflón, el rey quedó totalmente sorprendido tras sus palabras. Por ello, comenzó a entablar una conversación con Esmeralda, puesto que a él sí que le recordaba bastante a su hija.
Hablaron y hablaron, pero el rey seguía sin creerse sus palabras. Por eso le dijo que si había laguna forma de que demostrase que realmente era hija suya. En ese momento, ella sacó la cadena que antes de morir le había dado su madre. Cuando el padre la vio, se fundió en un intenso abrazo con su hija.
Tras esto siguieron conversando y le explicó lo que pasó aquel día en la montaña y dónde había estado todo este tiempo. Además, le hizo ver que esas personas no eran malas porque quitaban a quienes más tenían para dárselo a quienes apenas tenían para comer.
Después de mucho tiempo, finalmente le convenció y el rey preguntó a los hermanos que si querían formar parte de la guardia real a lo que ellos respondieron que sí. En ese momento, la joven Esmeralda le pidió una cosa más a su padre, que era si podía casarse con el hombre del que estaba enamorada. Gordinflón dijo que sí y le preguntó quién era ese apuesto caballero que había robado su corazón. Entonces señaló al más pequeño de los siete pitufos que se llamaba Nicolás.
A partir de ese momento, todos fueron felices y el reino recuperó la magia que después de muchos años había perdido.
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